Hoy quiero ser una persona de luz para orientar, para
guiar y hacer que mi vida se apague sirviendo a los demás.
“El Hombre Vela”.
La
clase se inicia como cada martes en Casa
Olano. La experiencia pedagógica comienza a ser más real y muchos de los
estudiantes empiezan a sentirse más cerca del ejercicio docente. Tras saludar a
sus estudiantes del curso Práctica I
El
profesor facilita el diálogo acerca de las antes enigmáticas pero ahora
conocidas SD… algo que en los conceptos que maneja el circulo docente se
traduce como Secuencias Didácticas. Luego de algunos comentarios sobre la
construcción de portafolios de evidencias, es decir, los blogs que están
diseñando los estudiantes del curso para hacer sus registros de
encuentro con el mundo de la pedagogía, con el mundo escolar, y en cuanto el
grupo estuvo completo, designó los roles del trabajo colaborativo:
Computador:
Diego Rincón
Fotografías:
Vanessa Chávez
Tiempo:
Manuel Triana
Narrativa:
Juan Pablo Gómez
En
la primera actividad sucedió algo peculiar: música Zen invadió todo el espacio
proporcionando que se formara una atmosfera de interiorización y tranquilidad.
El profesor encendió una vela y la puso en el centro del salón y luego pidió a
los estudiantes que hicieran un circulo a su alrededor. Se tomaron de las manos
y todos se sentaron en el suelo… entonces, comenzó a resonar la historia del
hombre vela:
“Había una vez un hombre llamado vela, que
cansado de las tinieblas que rodeaban su existencia, se quiso abrir a la luz. Y
era esa su ansia, su deseo, su ambición: recibir luz. Un día la luz verdadera se
iluminaba a todo hombre, llegó con su presencia contagiosa y lo iluminó, lo
encendió. Y vela se sintió feliz por haber recibido la luz que
vence las tinieblas y le da seguridad a los corazones.
Muy pronto se dio cuenta de que haber recibido
la luz constituía no solo una alegría, sino también una fuerte exigencia. Si,
tomó conciencia de que para que la luz perdurara en él, tenía que alimentarla
desde el interior, a través de un diario derretirse, de un permanente
consumirse. Entonces su alegría cobro una dimensión más profunda, pues entendió
que su misión era consumirse al servicio de la luz y acepto con fuerte
conciencia su nueva vocación.